En el post del mes pasado os hablaba de mi viaje por Madagascar con motivo de la boda de mis amigos Toñi y Bianco. Hoy os llevaré de viaje a Ankidafito, una pequeña aldea de Madagascar próxima a Morondava. En este recóndito lugar, en 2011 nació un proyecto llamado Ay Raiky Tsika que significa “unidos en la vida” y gracias a él, mis amigos Toñi y Bianco junto con su familia, fundaron la primera escuela de su asociación.

El primer viaje de la familia Jorquera Bianco Gómez
El día antes de la boda, cuando ya estábamos toda la familia y amigos reunidos en Morondava para el evento, nos organizaron una excursión a la aldea de Ankidafito. Así que cargamos los todoterrenos de comida, ropa y material escolar y allá que nos fuimos a recorrer los caminos de tierra y baobabs para conocer de primera mano el resultado de tantos años de esfuerzo.

Caminos de tierra y baobabs
Tan maravillada quedé por lo que viví aquel día en Ankidafito, que me animé a escribir este post para darle difusión a la labor que se está haciendo y para apoyar, a mi manera, a mis amigos. Así que recopilé información sobre el origen de la asociación, las actividades que han realizado, sus futuros proyectos y alguna que otra anécdota para contároslo hoy. Y me di cuenta de que lo que empezó como una inquietud compartida por cuatro personas, ha terminado siendo un macro proyecto, una escuela adscrita al Ministerio de Educación de Madagascar en la que están implicados más de cien niños, sus familias y todos los socios de Ay Raiky Tsika. ¡Me quito el sombrero!

Una de las aulas de la escuela de Ankidafito
Antes de empezar, quisiera dedicar este post a los fundadores y socios de Ay Raiky Tsika y especialmente a mi amiga Toñi, por darme la oportunidad de hacer un viaje tan especial a Madagascar junto con su familia, sin duda, uno de los viajes de mi vida.

Con mi amiga Toñi en la Avenida de los Baobabs
La historia de la escuela de Ankidafito
Allá por el año 2011, la familia Jorquera Bianco Gómez viajó a Madagascar, concretamente a la provincia de Morondava, donde había nacido Bianco. Allí surgió la gran idea, levantar un colegio en alguna aldea próxima a Morondava. El lugar elegido sería Ankidafito, que quiere decir “el lugar donde hay siete bananos”.
Se trataba de una aldea especialmente aislada, donde habitaban 300 personas de la etnia antandroy (en malgache significa “los que viven en el desierto del sur”), casi todas analfabetas, a excepción del jefe de la tribu que únicamente sabía firmar y contar.
Seis años más tarde, esa misma familia y sus amigos, visitamos la aldea y nos encontramos con un colegio adscrito al Ministerio de Educación de Madagascar, al que asisten más de 100 niños y tanto ellos como sus familias nos recibieron cantando y bailando. No sé a vosotros, pero a mí me parece un proyecto mágico, porque a la escuela le siguió la construcción de un pozo y las visitas del médico y… Mejor vamos poco a poco y os cuento la historia completa.

Los siete bananos que dan nombre a Ankidafito y sus habitantes bajo el tamarindo
¿Quiénes son los fundadores de la asociación Ay Raiky Tsika?
Fueron cuatro los responsables de todo esto, Toñi y su marido Bianco junto con Paco (hermano de Toñi) y su mujer Rosa en 2011. Os diré que todos son españoles, menos Bianco que es de origen malgache, de ahí que toda esta historia tenga como escenario Madagascar. Este es uno de los puntos fuertes de la asociación, que uno de los miembros sea malgache, por lo que no se trata de una asociación de “europeos” en África, sino la asociación liderada por un malgache que vive en Europa desde hace muchos años y comparte la visión europea y africana a la vez que mantiene su cultura y su mentalidad malgaches. Y por si esto fuera poco cuentan como enlace en Madagascar con la prima de Bianco, Mirelle, también malgache, que aunque no es de la misma etnia que los habitantes de Ankidafito, los entiende perfectamente y puede comunicarse y empatizar con ellos.
¿A qué se dedican profesionalmente los fundadores?
A diferencia de lo que algunos podáis pensar, el equipo de la asociación no se dedica en exclusiva a gestionarla, sino que tienen sus propios trabajos en España y es su tiempo libre, el que emplean para sacar adelante su proyecto personal.
Toñi es profesora, precisamente por esta razón la conocí en 2006, cuando trabajé con ella en un instituto de la provincia de Málaga. Su marido Bianco, es agente comercial. Paco, su hermano, es psicólogo y cuentoterapeuta y Rosa es educadora social.
¿Cómo surgió la idea de la asociación?
En el verano de 2011 nuestros cuatro protagonistas pasaron sus vacaciones en Madagascar, el que sería el primer viaje en familia juntos, para conocer de cerca el lugar de nacimiento y la familia de Bianco en Morondava. Fue tan grande la experiencia que vivieron y tanto lo que les estaba ofreciendo la isla, que los cuatro sintieron que antes de irse del país debían devolverle algo.
La cuestión era cómo podían poner su granito de arena en un país con tanta pobreza. Rápido vieron la luz. Ya que la mayoría de ellos tenían un trabajo basado en ofrecer un servicio al otro (educación, sanidad), pensaron que la solución a muchos de los problemas de Madagascar, empieza siempre en la educación, todo pasa por la educación, lo que permite cambiar la mentalidad de las personas y sensibilizar en aspectos como la ecología, la salud, la higiene, etc. Sin educación, todo lo demás está perdido. Por eso el primer paso para lograr un futuro mejor para Madagascar, sería fundar una escuela para educar a los más pequeños.

Libro de geografía de Madagascar
Cuando pregunto a Paco el hermano de Toñi cómo surgió la idea de montar la asociación y la escuela, él como buen cuentoterapeuta, nos da una respuesta más romántica:
“Desde que éramos adolescentes, mi hermana Toñi y yo hemos hablado, buscado y luchado por hacer este mundo un lugar más amable y compasivo. Al poco nos dimos cuenta de que todo cambio empieza por uno mismo y desde entonces iniciamos un viaje que no termina hacia nuestro interior en busca del ser navegando por el crecimiento personal. Hemos aprendido lo que hemos podido. Lo que sí hemos sido siempre es agradecidos por lo que la vida nos ha deparado y regalado. Y desde esta vivencia surge la idea de crear una escuela en Madagascar, de nuestro incansable deseo idealista de mejorar el mundo y de nuestro profundo agradecimiento a la vida».
Para Paco y su hermana Toñi, «la educación es el mejor motor de cambio. Como dijo Claudio Naranjo, «cambiar la educación para cambiar el mundo». En este caso la idea es más sencilla. Es proporcionar acceso a la educación, ya que en Madagascar se estima que el 70% de los niños no tienen posibilidad de ir al colegio”.
¿Por qué eligieron Ankidafito?
Como ya os he dicho antes, Bianco (el marido de Toñi) y su familia son de Morondava, un paraíso en la costa oeste de la isla. Cuando comenzaron con el proyecto y tenían que buscar el lugar en el que fundar la escuela, acudieron al organismo de educación de la zona y preguntaron dónde sí y dónde no había escuelas, para conocer la demanda de formación de la zona y detectar entonces el lugar en el que estaba la ratio más alta de niños sin escolarizar. Recibieron una lista de posibles sitios pero tuvieron que decidir y eliminaron hasta quedarse con seis. Llegó el momento de visitar los sitios elegidos, alquilaron todoterrenos y manos a la obra, a entrevistarse con los jefes de las aldeas, a conocer de cerca el lugar en el que levantarían su primera escuela. ¡Qué emoción! Ankidafito fue una de las aldeas más lejanas y más incomunicadas, ya que para llegar allí hay que cruzar un río que hay días que crece tanto el caudal que no se puede atravesar ni en todoterreno, quedando la comunidad totalmente aislada.

Atravesando el río para llegar a la aldea
Este lugar también fue en el que había más niños completamente analfabetos, el pueblo entero era analfabeto, a excepción del jefe que era el único que sabía firmar y contar el dinero. Es sorprendente, no sabían ni siquiera escribir sus nombres, tampoco contar. Este es uno de los grandes problemas de Madagascar, al ser la población tan analfabeta, pueden ser engañados en los mercados, comprando o vendiendo, y, ¿qué futuro le puede esperar a una persona que ni siquiera sabe eso? De ahí la importancia de una escuela para enseñarles lo básico al menos.

Los niños de su escuela
Otras razones por las que les gustó esta aldea fueron el recibimiento que le hicieron debajo del tamarindo, la gran cantidad de niños que vieron, las sonrisas, y algo muy especial, el hecho de que las mujeres de la aldea también acudieron a su recibimiento y se sentaran a conversar y no fueran solo los hombres, ese fue un detalle que les conquistó. Los cuatro tuvieron claro que Ankidafito era el sitio.

Los habitantes de Ankidafito bajo su tamarindo
¿Cuántos niños van a la escuela de Ankidafito?
Actualmente hay unos ciento cuarenta niños matriculados, aunque siempre oscila la cantidad. El día que hicimos la visita, el director nos pasó una lista con casi cien niños más que querían matricularse. ¡Esto marcha! Por eso, uno de los futuros proyectos de la asociación es ampliar el colegio y aprovechar de paso para hacerlo más resistente, porque las termitas se están comiendo la madera con que está construido y si se hace de ladrillo será más seguro debido a la amenaza del ciclón, así serviría de sede también para refugiarse.

En la escuela de Ankidafito con la asociación Ay Raiky Tsika
¿Qué relación tiene la asociación con las instituciones educativas?
El gobierno no puso trabas al proyecto, pero tampoco ha ayudado mucho. Hasta que la escuela no tuvo tres años de funcionamiento, todo fue financiado y gestionado por la asociación Ay Raiky Tsika. En ese momento, nuestros protagonistas contactaron con el Ministerio de Educación para que este asumiese ciertas responsabilidades, como pagar los sueldos de los maestros y adscribir la escuela de Ankidafito a la red de escuelas de Morondava. Así, en la escuela se sigue el programa oficial. Desde entonces, la asociación sigue colaborando y apoyando todo pero ya no es la máxima responsable.
Cuando hicimos la visita a la escuela este verano, nos acompañaron algunos representantes del Ministerio de Educación, entre ellos, una inspectora y una agente de zona. Actualmente, Ay Raiky Tsika mantiene una prima para los maestros, ya que los sueldos son bajísimos y estos se tienen que desplazar desde muy lejos hasta Ankidafito. Igualmente, los lunes y jueves reparten una papilla para los más pequeños, razón por la que se nota que los lunes es el día que más niños acuden al colegio.
Ante todo esto, ¿cómo reaccionan niños y padres? ¿Existen dificultades para sacar adelante el proyecto de la asociación?
Con los niños todo es más fácil, ellos están encantados de ir a la escuela, pero en el caso de los padres no es así, de hecho, las principales dificultades son sobre todo culturales, como es la derivada de la costumbre familiar de poner a los más pequeños a trabajar desde que son capaces de coger una herramienta, o de llevarse a los hijos en mitad de la clase para que cuiden a sus hermanos. Muchos padres no permiten que sus hijos acudan al colegio, pues aún piensan que es una pérdida de tiempo y la necesidad les condiciona. Incluso desaparecen unas semanas y nunca saben si se han ido para siempre o es que están en el campo con los cebúes o las cabras.
Hay que tener en cuenta que estos padres tienen miedo de que sus hijos estudien y ello les permita tener un trabajo fuera de la aldea y por tanto emigren y abandonen a sus padres en un país en el que no existen ayudas de ningún tipo para la gente mayor. Es normal que los padres no quieran ser abandonados y por eso vean la escuela no como una oportunidad, sino como una amenaza directa, aparte de necesitar a sus hijos en el campo como mano de obra. Por eso el cambio hay que empezarlo desde la educación con los más pequeños, y poco a poco se conseguirán ver los frutos. Con los mayores ya es demasiado tarde o más complicado.

Los mayores de la aldea
Todo esto me hace pensar si nuestros amigos no se han desesperado en algún momento desde que empezaron con la asociación, al ver que los cambios son tan costosos, tan lentos y que requieren tantísimo esfuerzo, teniendo en cuenta que ellos viven y trabajan en España, no en Madagascar. Su respuesta es afirmativa, claro que les cuesta, todo es complicado, pero lo que más les preocupa es la necesidad de encontrar a un buen enlace en Madagascar, una persona de confianza que pueda liderar todo el proyecto allí, aparte de la prima de Bianco que ya colabora enormemente. Por eso están pensando en fusionarse con otras ONG que ya estén funcionando en el país, como Agua de Coco (Granada) o Bel Avenir.
¿Qué otros proyectos desarrolla la asociación?
Ay Raiky Tsika nació con la creación de la primera escuela, pero han sido otros los proyectos que le han seguido, eso sí, siempre todos centrados en la aldea de Ankidafito.
Por ejemplo, cuatro veces al año reciben la visita del médico, quien atiende primero a los niños y luego, si queda tiempo y medicinas, a los mayores. Normalmente, se entregan pastillas antiparasitarias a los niños, se curan infecciones de oído (en la aldea usan como bastoncillos las plumas de los patos y esto les provoca numerosas infecciones, incluso hay quienes se quedan sordos), infecciones de ojos, infecciones de la piel y pulmonares por el frío, tuberculosis, bronquitis, etc.
Cuando visitamos la aldea este verano lo hicimos con el médico. Recuerdo que hicimos dos equipos en función de nuestras profesiones en España, el de los sanitarios que acompañaron al doctor a hacer las curas y el de los docentes que nos fuimos con el profesor de la escuela a repartir baberos, mochilas y material escolar.

El doctor junto con Lola y Enrique asistiendo a los niños
Otro de los proyectos llevados a cabo es el de los hornos solares que se le entregaron a las familias para aprovechar la energía del sol y evitar que se talasen más árboles (la deforestación es otro de los grandes problemas de Madagascar).
Últimamente también se les ha facilitado a las familias fataperas, unos recipientes de piedra que conserva muy bien el calor y solo usando pequeñas ramas se puede cocinar; no es una fuente de energía totalmente limpia pero contamina menos y consume menos recursos. La pena de todo esto es que la intención es muy buena, pero la realidad es…, vamos a decir, anecdótica, ya que algunas familias de la aldea están utilizando los hornos solares como arcones para guardar cosas.

Los hornos solares
Como el abastecimiento de agua es un problema diario en tantos poblados africanos, Ay Raiky Tsika también construyó un pozo en Ankidafito. Pero este no tuvo los mejores resultados. Por un lado, no se hizo lo suficientemente profundo y por otro, no lo han cuidado bien. Así que ya está seco y necesita reparaciones. El nuevo proyecto es hacer uno nuevo y que esté cerca de la escuela para enseñar a los niños a lavarse las manos y tener un poco de higiene para evitar infecciones.
¿Cómo se financia todo esto?
Alrededor de 60 personas aportan mensualmente dinero a la asociación. Son sobre todo familia y amigos. Además de estas aportaciones periódicas, a veces puntualmente, hay mucha gente que hace donaciones cuando se organizan determinadas actividades.
Recuerdan con cariño cuando en el IEs María Zambrano donde trabajaba Toñi en Torre del Mar (Málaga), hicieron “el termómetro” para recaudar dinero y registrar cómo subían las cantidades. Llegaron hasta los 5.000 euros, gracias a la implicación de los departamentos del instituto que organizaron actividades para “el termómetro”, como un “Tú sí que vales”, torneo de ajedrez, carreras, chocolatadas, mercadillos, teatro, cortometrajes, etc.
También hay quien hace donaciones a la asociación, entregando material escolar, ropa y calzado, etc., y así se pueden hacer envíos a Madagascar cada cierto tiempo. Por ejemplo, en una ocasión se recogieron estuches que se enviaron a Ankidafito y a esta actividad se le llamó “el viaje de los estuches”. ¡Qué divertido!
¿Cómo hacerse socio?
Si estáis leyendo este post y os está gustando, os animo a hacer alguna aportación. Normalmente con una donación de cinco euros al mes ya se puede ser socio. Pero si alguien quiere participar y no puede comprometerse con cinco euros mensuales, se aceptan donaciones menores o incluso donaciones puntuales, es decir, todo suma, cualquier ayuda es bienvenida. En cuanto a la transparencia de la información económica, quien quiera tiene acceso a la cuenta de gastos e ingresos. No hay más que pedirla y se le da.
Y no solo se puede ayudar con dinero, también simplemente ayudando a organizar actividades, como fue el caso del concierto de Kilema que se hizo en Torre del Mar hace unos años, para el que ayudó muchísimo una compañera de trabajo de Bianco, que económicamente no podía aportar nada pero sí su tiempo, contactos y experiencia. Si no conocéis a Kilema, es un músico malgache residente en Córdoba y que se está recorriendo el mundo dando a conocer la música y la cultura malgaches.

Toñi y yo en el concierto de Kilema
¿Cuáles son los futuros proyectos de la asociación?
Como se ha dicho anteriormente, la asociación quiere por un lado solucionar el problema del agua y del pozo en Ankidafito y por otro, llevar a cabo la ampliación de la escuela. Existe una tercera línea de actuación que proyecta la construcción de un huerto en la zona o bien de una posible colaboración con el organismo alemán Durrell de conservación de la naturaleza, encargado de hacer censos de lémures y baobabs en la zona y reforestaciones. De este modo, se conseguiría que los niños de la escuela de Ankidafito se implicasen en repoblar su zona y así sensibilizarlos en este aspecto.
Para terminar, ¿alguna anécdota que compartir?
Como anécdota me hablan del anuncio que pusieron en radio para buscar y contratar los maestros de la escuela y al día siguiente recibieron una avalancha de gente interesada, algunos ni siquiera habían terminado sus estudios, otros no hablaban francés,k solo malgache, etc. El “casting”, como lo llaman ellos, lo hicieron en la casa de los padres de Bianco que viven en Morondava y allí se presentó ciento y la madre, todos querían trabajar, normal, si es que no tienen en qué trabajar.
Otra anécdota curiosa es el día que intentaron hacer el censo en Ankidafito por primera vez para contar los niños que había en la aldea y saber sus nombres. Misión imposible. Paco el hermano de Toñi iba con el móvil haciéndoles fotos y numerándolas y cuando pedían el nombre, había quienes no tenían nombre, porque la mortalidad allí es muy alta y los padres les explicaban que aún no le habían puesto nombre hasta que no cumpliese los cinco o así. Otros tampoco sabían la edad que tenían sus hijos, te la decían a ojo. Incluso algunos mayores no sabían ni la que tenían ellos mismos, te decían cuando le preguntabas la edad, “pues yo tendré unos treinta años ya”.
Lo más triste es cuando les preguntaban a los niños qué querían ser cuando fuesen mayores, unos se quedaban paralizados, otros incluso lloraban diciendo “¿pero yo puedo ser algo?”, y de los pocos que contestaron, los chicos decían que querían ser guardia civil y las chicas, ¡qué triste!, decían “mujer de un vazaha”, o sea, de un blanco, y pensando además en un blanco de avanzada edad. Toñi y su familia le decían que precisamente la escuela era para no ser la mujer de un vazaha, sino para ser ellas mismas (se me pone el vello de punta en este momento de la entrevista, no hay cosa que me dé más asco que la explotación sexual).

Los niños con sus globos y sus baberos
Otra anécdota también triste es ver que desconocen por completo el mundo que les rodea, por eso pueden ser engañados y manipulados constantemente. Algunos de ellos cuando van a Morondava al mercado a vender sus productos los engañan como quieren porque no saben ni siquiera contar el dinero. Aunque se les regalen hornos solares y se les explique, ellos los usan si les parece o de repente, deciden usarlos como arcón para la ropa y hay que hacer un esfuerzo enorme en explicarles para qué se usa, sus ventajas, el peligro de seguir talando árboles en el país, etc.
Personalmente, para mí la visita a Ankidafitu fue una experiencia que me marcó. Recuerdo un momento en concreto, cuando me tocó abrochar los baberos a los niños de la escuela y se me saltaron las lágrimas en ese momento que los tenía tan cerquita, que ellos me miraban con sus caritas asustados de verme tan blanca y tan cerca y a la vez se les veía tan ilusionados por la visita que les hicimos y los regalos que llevábamos, inevitablemente me vino a la cabeza la imagen de mi sobrino y otros niños en España, que lo tienen todo, que no tienen que pelear por un caramelo o un juguete, de hecho tienen de más, les sobra, y yo veía a estos niños, con tantas infecciones en el cuerpo, descalzos, con piojos y tan felices de tenernos a nosotros allí, que se me partía el corazón.
Yo sé que ellos son felices, porque el ser humano tiene esa capacidad de adaptarse a cualquier situación, pero a mí todas estas experiencias me hacen que me cuestione tantas cosas y me reafirman en mi postura anticonsumista y antisistema. ¿Qué estamos haciendo en los países desarrollados?, ¿se nos está yendo la cabeza con nuestros hijos?, ¡cuánta razón tenía Binta y su gran idea! Si no sabéis de qué os hablo, os recomiendo que veáis este lindo cortometraje que recogí en mi post La vuelta al cole.

Con la maestra y uno de los niños
Pero no todo fueron penas, hay anécdotas más alegres como la que recuerda Paco el hermano de Toñi. A él le gustó especialmente la alegría que mostraron cuando llegamos a la aldea este verano, de repente, en poco tiempo se organizó una pista de baile bajo el enorme tamarindo que preside la aldea, comenzaron a danzar los niños, bailaron después las mujeres y por último los hombres de la tribu. Y por supuesto, a los españoles que fuimos de visita nos sacaron a bailar y fue divertidísimo. A esto yo quiero añadir el discurso que nos dedicó el jefe de la tribu y los dos pollos que nos dio como agradecimiento. Y colorín colorado, con nuestros dos pollos nos marchamos en los todoterrenos después de un día tan cargado de emociones.

Los hombres de la aldea nos dedican un baile
Si queréis tener más información podéis visitar la web de la asociación, donde también podéis haceros socios contactando con ellos y aportar vuestro granito de arena en este mundo tan complicado en el que vivimos, pero que afortunadamente, cuenta con gente tan grande como Toñi, Bianco, Paco, Rosa y todos los que apoyan Ay Raiky Tsika.
Y como una imagen vale más que mil palabras, me despido con el vídeo que preparó Toñi donde nos resume un poco todo lo que habéis leído en este post a través de imágenes muy bonitas.
Veloma, misaotra! (adiós y gracias)
¡Muy interesante Lourdes! Y qué desconocido para mí. Gracias por habernos acercado a este proyecto tan bonito.
María José
Gracias a ti por leernos!
Lu
hola soy Ildefonso, 67 años, tengo experiencias en hacer parques infantiles y pedagógicos,con materiales la mayormente reciclados, y tambien muchos juegos educativos con materiales reciclados y de ser posible del lugar ; me estoy preparando para viajar a Madagascar ( cundo me sea posible, por este virus) y quiero recorrer los pueblos costeros , si os interesa mi colaboración aqui teneis mi correo atentamente Ildefonso G T
Ildefonso G T
Genial Ildefonso. Le paso tu contacto a los responsables de la Asociación. Gracias!!!!
Lu