Si estáis preparando una escapada para visitar Japón en 2020 por ser Tokio sede de los Juegos Olímpicos, aquí os comparto algunos consejos e ideas de mi corta experiencia en este impresionante país.
Siguiendo la recomendación de uno de mis compañeros de viaje, en el vuelo de ida empecé a leerme Tokio blues (Norwegian Wood) (Haruki Murakami). Así que si sois de los que os gusta hacer alguna lectura relacionada con el destino, este libro no está mal. Ahora bien, no esperéis descripciones de Tokio y sus barrios, estos solo se mencionan. La historia no tiene nada que ver con un libro de viajes, pero es divertido leer sobre sitios por los que pasaréis, trenes que cogeréis, o cosas que haréis.
En mi caso, me hizo mucha ilusión hacer como el protagonista Watanabe, y siguiendo la tradición, comprarme mi bento para montarme en el Shinkansen de Kioto a Tokio (bento es una cajita de comida japonesa, sushi, verduras, huevo, etc., que se vende en las estaciones de tren para hacer más placentero el viaje).
Empecemos con la organización del transporte en este viaje a Tokio. Volar desde España se puede hacer a precios muy asequibles, alrededor de los 600 euros ida y vuelta, usando cualquier buscador de vuelos (kayak, skyscanner). Atención que en Tokio hay dos aeropuertos, Narita y Haneda (este último mucho más cerca de la ciudad).
Respecto a cómo moverse por Japón, veamos. Japan Rail Pass, ¿sí o no? Pues sí, la respuesta es sí (a no ser que se prefiera alquilar coche). Ahora bien, hay que gestionarlo bien desde el principio. Es muy sencillo, aunque en un primer momento pueda parecer lioso. Se entra en la web de JRP, se elige el bono de 7, 14 o 21 días (según lo que se vaya a necesitar), se paga con tarjeta y en un par de días te llega a casa, así de fácil.
El bono viene con una pequeña guía, leedla por favor, y localizad la oficina de Japón en la que recogeréis el JRP, su horario, etc. Cuando lleguéis al país, y una vez os sellen el pasaporte, solo quedará recogerlo y empezar a utilizarlo. Merece mucho la pena, porque el tren en Japón es caro y con el JRP uno puede moverse en los trenes Shinkansen, entre otros, por todo el país, por ejemplo, durante 7 días por 234 euros. Os aseguro que eso está muy bien.
¿Qué puede pasar si no se gestiona bien? Sorpresas… Como la que me llevé yo. Llegué sola al aeropuerto de Haneda (Tokio), no comprobé los horarios de apertura de la oficina de JRP y tuve que improvisar sobre la marcha hasta dar con una oficina en Odawara que estaba a 150 kilómetros. Mis amigos me estaban esperando en Kioto, pero por los horarios que eran, no conseguí coger ningún tren y me vi durmiendo en la calle, desesperada, después de un vuelo largo, sin saber dónde estaba, ¿qué era Odawara?, ¿dónde estaba eso en el mapa? Y de repente, sorpresas te da la vida, la vida te da sorpresas…, di con un maravilloso lugar que abría 24 horas, un edificio con seis plantas llenas de cosas para hacer, futones para descansar, restaurante para probar comida japonesa, sillones para ver la tele, servicio de masajes, peluquería, sala infantil con juegos, rincón del manga, y lo mejor de todo, un onsén, es decir, unas termas japonesas para relajarme. Así que me coloqué mi kimono y empecé a pasearme por todas las plantas, parando aquí y allá.
El sitio era espectacular, aparte de lo bonito y lo bien decorado, el ambiente me fascinó, grupos de amigos, madres con sus hijas, hombres solos…, todos japoneses, vestidos con su kimono o pijama, disfrutando de las instalaciones. Me llamó especialmente la atención el restaurante, donde había de todo un poco, unos comían y bebían, otros fumaban, veían las noticias o leían comics manga. También los había tumbados en el tatami dormidos a pierna suelta.
En mi caso, una vez inspeccioné todas las plantas, empecé dándome un baño en las termas (donde, como habréis oído alguna vez, la tradición es bañarse desnudo, hombres por un lado y mujeres por otro), después me di un masaje a eso de las dos de la madrugada, y justo después me fui a cenar, pedí mi sake y mis noodles y madre mía lo que disfruté de la experiencia… Ni me quise ir a dormir para que no se acabase aquello… Y por supuesto, todo súper limpio, lleno de detalles (champú, gel, cremas, toallas exfoliantes para el baño, bastoncillos, secadores, peines, sillones de masaje, máquinas de helados, televisión…).
¿Cuál es el nombre de este pequeño paraíso que me dio la vida en mitad de la noche? Manyo, es una especie de ryokan. Es una cadena y podéis encontrarlos en otras ciudades del país, así que os recomiendo que lo consultéis antes de ir y no os lo perdáis.
Sigamos hablando del transporte para moverse por Tokio. En este caso, el metro y el tren. Sin duda, un viaje a Japón tiene que incluir estos desplazamientos, porque la experiencia es muy especial. ¿Por qué? En primer lugar, el silencio. Es increíble que habiendo tanta gente, reine ese silencio. Por supuesto, hay carteles que piden que se silencie el móvil, pero hasta hay otros que dicen “por favor, absténgase de hablar por el móvil”.
Es curioso que en muchas estaciones de metro hay colocadas unas barreras en el andén para evitar que la gente se arroje a la vía. Por cierto, en Japonismo desmienten la tesis de que Japón es uno de los países con más suicidios en el mundo.
Hablando con un amigo japonés, Yamada, nos contó que en la hora punta uno no puede moverse dentro de los vagones del metro. A él mismo le rompieron una costilla y el cristal del reloj por la presión de los demás pasajeros (y el trabajo de los «empujadores de metro», todo sea dicho) y es que se triplica la población de la ciudad en horario laboral, pasando de 13 a casi 50 millones.
Qué hacer en Tokio
Un millón de cosas, como ir a su famoso mercado de pescado (yo llegué tarde, que no os pase, hay que ir de 7 a 11 de la mañana y para ver la subasta, reservad); perderse por sus bulliciosos barrios o incluso, si alguna excursión a los alrededores, a Nikko, al onsen de Hakone o a Kamakura, que es lo que hicimos nosotros, para visitar sus templos, su bosque de bambú o dar un paseo por la playa.
Para orientarse y familiarizarse un poco en esta enorme ciudad, se puede empezar por hacer una panorámica en HatoBus y recorrer el famoso Rainbow Bridge hasta la isla de Odaiba en la bahía de Tokio, donde se encuentra la Estatua de la Libertad de Tokio. Esta opción no es cara y permite ver otra parte de la ciudad, no solo rascacielos y barrios. Pero aún nos quedará mucho por hacer y por ver. También se puede ir hasta allí en el monorraíl y es un paseo muy agradable y diferente, porque va entre los rascacielos, todo muy futurista.
Otra forma de ver de la ciudad puede ser desde alguno de sus miradores en los rascacielos norte y sur del edificio del gobierno metropolitano. El atardecer es espectacular, se ve el monte Fuji y es gratis. No está de más saberlo.
¿Barrios en Tokio? De los más populares son Shibuya o Shinjuku. Pero hay muchos más como el de Akihabara que es el barrio de la electrónica.
Otros barrios son: Ueno, un buen sitio para bares con mucho ambiente japonés y precios populares; Harajuku, uno de los más modernos donde la gente va vestida de forma estrafalaria y es muy llamativo; Shimo Kitazawa, barrio chic y vintage (estuvo curioso); o pasear por los alrededores del Palacio Real y visitar el Museo de Arte Moderno (no es nada del otro mundo).
Sin duda, Shibuya y Shinjuku son dos barrios que no hay que perderse. Nosotros nos alojamos en el primero, en una casita típica japonesa que alquilamos por Airbnb y lo bueno fue que teníamos todo el ambiente al lado de casa, cientos de restaurantes y bares para salir. De hecho, en Nochevieja, fuimos a ver el countdown (la cuenta atrás, nuestras uvas para entendernos) a la famosa plaza de Shibuya. Después nos tomamos algún sake por un puesto callejero, y dimos con un bar muy gracioso donde pasamos la noche, hablando con unos y con otros, bailando y ya por la mañana, como somos personas muy tradicionales, nos fuimos a hacer lo que allí se hace, ver amanecer en el templo Zojoji justo al lado de la Tokyo Tower y pedir nuestros deseos para el Año Nuevo.
Pero Shinjuku es también alucinante, allí se pueden encontrar sitios curiosísimos, como la taberna flamenca Casa Nana (ya sabemos que los japoneses son muy flamencos) o los bares de alrededor que no ocupan más de cinco metros cuadrados (o menos incluso) en los que un cocinero camarero prepara a la vista del cliente las elaboraciones (no caben más de cuatro o seis clientes). Queríamos entrar en todos… ¡Qué encanto tenían!
Otro barrio es el de Asakusa, donde en Año Nuevo existe la tradición de visitar el templo Shenso ji. Allí que fuimos también y pedimos de nuevo nuestros deseos para el 2017. Ya tenemos que tener muy mala suerte si no se nos cumple alguno…
Kioto la ciudad de las geishas
Poco puedo hablar de Kioto aparte de lo básico, ya que pasé solo dos días, pero algunos de los imprescindibles allí serían: el mercado de comida Nisiri, un paraíso de sabores y colores, un mercado muy limpio, con miles de productos y elaboraciones que los occidentales somos incapaces de identificar sin un buen intérprete; paseo por el barrio Gion donde podemos encontrarnos con alguna Geisha o incluso disfrazarnos, forma parte de su oferta turística, que los visitantes alquilen la ropa y se paseen por el barrio, se den un paseo en carro o se asista a una ceremonia del té.
También se puede visitar Nara. Cogiendo el Shinkansen se llega pronto. Nara es famosa por sus templos, como el de Todai-ji donde se puede ver El gran buda, y por sus ciervos sueltos en el parque público. A mí, personalmente, esto no me mató, aunque está feo decirlo porque estos ciervos se consideraban sagrados.
Hay puestos en los que te venden unas galletitas para darles de comer, pero los ciervos no os creáis que tienen mucha hambre, hay tantos turistas dándoles que a veces ni se molestan en abrir la boca, no sé, a mí estas cosas no me gustan mucho, o no me llaman mucho la atención…, ¿muy turístico, no?
Y en el camino, hay que parar en el santuario sintoísta Fushimi Inari-Taisha para disfrutar de un paseo por sus toriis, todos donados por comerciantes. ¡Impresionante!
Shopping in Japan
Como en todos los viajes, dije que no compraría nada…, y me volví con la maleta llenísima, nada o casi nada para mí, y todo o casi todo comida para familia y amigos, como siempre… Vamos, como una amiga mía suele decir, que parece que fui a hacer la compra a Japón… Y es que ir a un mercado de comida y no probar y comprar, es casi pecado (al menos a mí, mi religión no me lo permite). Algas, Shichimi Togarashi (chile de siete sabores), salsas (soja, sésamo, sésamo picante, salsa kimchi), pescado seco, pescado fresco…
Aparte de la comida, hay mil cosas bonitas para comprar, como palillos y apoya palillos, ropa estrambótica, ropa de la marca Uniclo (está por todas partes), kimonos, o calcetines, y es que el calcetín en Japón (y otros países asiáticos) es «muy cultural». Los llevan de todo tipo, hay tiendas y tiendas de calcetines. Nosotros hicimos nuestra oportuna parada en una de ellas y compramos unos calcetines que venden para usarlos con chanclas, y son muy útiles, yo los uso en verano si hace frío por la noche o si hay mosquitos, y no es ninguna tontería. Me compré unos cuantos, los más bonitos, los de la famosa estampa de La gran ola de Kanagawa, que por cierto, leí sobre este cuadro y me enteré de que en el dibujo hay tres barcas y hay hasta hombres dentro. ¡Me encanta esta obra!
Y como en Japón son amantes del shopping, no os van a faltar tiendas si es lo que buscáis. Por ejemplo, Dayso Japan, es como un “Todo a 100” de los nuestros, con muchas curiosidades y cachivaches a unos precios muy razonables. ¡Cuidado que hay a quien le engancha!
Si vais a Kioto y os quedáis con ganas de comprar un kimono, es importante saber que muchas tiendas ofrecen la posibilidad de alquilarlos y pasearse con ellos por la ciudad e incluso los venden a muy buenos precios.
Gastronomía nipona
Es imposible que con mi corta estancia allí pueda yo hablar de gastronomía en un país como este. Solo os puedo decir lo que probé. Tendría que pasar meses y años para conocer a fondo lo que se cuece en sus fogones.
Aparte del sushi, que es lo que todo el mundo sabe que se ofrece, hay que ir a un restaurante de carne a la parrilla, como el Don Don Yakiniku en el barrio de Shinjuku. Esta noche fue divertida, porque ya habíamos cenado, pero entramos a este bar a tomarnos una cerveza y terminamos cenando por segunda vez, es que no sabíamos cuándo repetiríamos Japón, así que no podíamos decir que no a comida tan riquísima. Una carta con platos de ternera donde te dan tu cubito de carbón para que la cocines a tu gusto, acompañada de setas, y de entrante un mega descubrimiento, encurtidos de pepino, col y nabo bañados de salsa kimchi, una salsa roja picante deliciosa. Nos dieron las dos de la madrugada cenando (re-cenando) pero qué bien que nos quedamos.
Otro must-to-try son los noodles, como los soba (un tipo de fideos de trigo sarraceno), que parece ser que en Año Nuevo es tradición tomarlos con la familia y también cuando se mudan a una casa nueva. En España ya los podemos comprar en cualquier mercado de comida oriental, pero hace más ilusión tomarlos allí ¿no?
Y la joya de la corona, al menos para mí, los okonomiyaki. Os dejo vídeo de su preparación en un restaurante muy acogedor, donde el cocinero nos cocinaba uno a uno esta especie de “pizza japonesa”. Por cierto, mis amigos ya han localizado varios restaurantes en Madrid donde los preparan, por si os quedáis con ganas de probarlos antes de ir a Japón.
Todo esto, acompañado de un sake frío o caliente y seguido de alguna cerveza que por cierto, las sirven muy frías. La Kyoto está rica, tiene un toque de sake.
Si hablamos de dulce, utilizan mucho el té verde (green tea) como ingrediente, en bizcochos, en helados y hasta en KitKats (o KitKat de fresa, de wasabi, de yo qué sé…). También se hacen muchos dulces con beans, o sea, judías. Esto es muy asiático. En estos países si suele utilizar la legumbre para este tipo de elaboraciones. En este vídeo podéis ver cómo hacían una especie de barretas.
Pero no sé si me gustó más lo que comí o los restaurantes donde lo hice, porque a cuál más sorprendente, más japonés, más acogedor, ¡más todo! Algunos tenían su tatami para que los clientes comiesen sentados en el suelo; otros, pequeñas habitaciones privadas con puerta corredera, los izakayas, una especie de taberna muy típica allí.
Y si lo que se busca son sitios raros, Tokio es la cuna de ellos, con restaurantes como Alcatraz (especie de cárcel), el Vampire café de estilo gótico o el restaurante Robot en Shinjuku. No fuimos a ninguno, porque investigamos antes por internet y nos parecieron un poco chorrada, pero ahí los dejo por si los queréis cotillear.
Alguna curiosidad más
Hay tantas… Descubrimos que muchas palabras que usamos en español tienen un origen japonés. La Real Academia Española recoge algunas como: biombo, futón, harakiri, nipón, kamikaze, karaoke, kimono, samurái, soja, sushi o tatami.
Y el tema del tabaco…, se podía fumar en muchos bares y restaurantes, pero debían tener su cartel de plazas para fumadores y para no fumadores. Y en la calle no se puede fumar, salvo en las áreas destinadas (smoking areas).
Hace unos meses leí una noticia que me encantó, titulada “Por qué los estudiantes en Japón tienen que limpiar los baños de sus escuelas”. Me pareció una idea estupenda, y cenando una noche con nuestro amigo japonés, le pregunté si era verdad. Dijo que sí, pero que en los últimos tiempos parece que hay un cambio de opiniones por parte de los padres, están apareciendo padres que no aprueban dicha práctica en los colegios. Yamada nos habló de cierto cambio hacia actitudes más individualistas en la sociedad japonesa.
¿Qué nos llamó especialmente la atención? Lo educados y respetuosos que son, lo bien que visten (tanto ellos como ellas), son muy elegantes (los hombres llevan bolso de mujer), lo serviciales (a pesar de no hablar apenas inglés, siempre tratan de ayudarte con una sonrisa), lo ordenados (hasta en la calle caminan por la derecha o izquierda dependiendo del sentido al que vayan), y por supuesto, los aseos, no encontrabas un cuarto de baño sucio o maloliente, todos tenían última tecnología, y si no, juzgad vosotros mismos con estas imágenes (incluso en el wáter de señoras hay una sillita para sentar al bebé mientras la madre hace sus cosas):
Y todo sea dicho, es cierto que son silenciosos, que no pitan al conducir y que no gritan, pero cuando llegas a un bar o restaurante frecuentado por gente joven un viernes por la noche, se escucha el mismo jaleo que en España. ¡Ah!, y respecto a lo de que visten muy elegantes, también los hay un poquito más raros, como decía la madre de un amigo, «irán modernos, porque bonitos…».
Nos fascinó el ambiente que había por las noches, bares y restaurantes abiertos hasta muy tarde, llenos de gente. Mirad este cartel qué gracioso, dice que abren hasta las 28.30, o sea, las 4.30 de la madrugada.
Nos quedaron muchas cosas por hacer: ir a un karaoke, dormir en un hotel cápsula, ver ‘Lost in translation’ una noche en Tokio o subir al monte Fuji. Pero ya vendrán más “japonés”. Me volví muy contenta de haber ido, dormí en futón, probé los okonomiyakis, me bañé en un onsen y vi a los “empujadores” de metro que sin duda, fue de lo que mas me llamó la atención del país. Me despido agradeciendo a mis compañeros de viaje el tiempo que le dedicaron, las fotos que me han compartido (especialmente Carlos Moreno) y lo bien que lo pasamos. Arigato amigos, ¡sayonara!

Cruzando Shibuya
Me encanta tu artículo, Lourdes. Veo que has disfrutado enormemente del viaje. Me alegro. ¿Para cuándo la segunda parte?.
Francisco Noguera Ruiz
Gracias Paco. Ojalá que pronto, porque me quedó mucho por hacer y por probar.
Lu
Maravilloso post!! Muchas gracias por compartir esta joya… simplemente genial!!
Carlos Moreno
Maravilloso tú Carlitos, que hiciste que el viaje fuera (o fuese) todavía más especial y divertido.
Lu