Después de unos días de mar agitado llegamos a Vanuatu, Nuevas Hébridas, tierra de volcanes. Y digo mar agitado porque durante nuestra travesía de Fiji a Vanuatu parece ser que se registró un terremoto en Nueva Caledonia y se habló de posible tsunami por estos países del Pacífico.
Vanuatu es un país formado por más de ochenta islas en el que viven unos 230.000 habitantes (más o menos la población de Granada capital) que hablan diversas lenguas, usando como lengua común el bislama, un inglés muy básico que se escribe como suena, o sea, para please (por favor) ellos escriben «plis», fish (pescado) escriben «fis» y así todo.
Nosotros pasamos la mayoría del tiempo en un poblado de la isla más al sur de Vanuatu, Aneityum o Anatom. Fue muy bonito porque nos llevaron por la montaña a unas cataratas, nos regalaron tomates, pomelos, naranjas, cestas de hojas de palmera y pandanus… y nosotros les pusimos cine con el proyector algunas tardes. El cine mudo es una buena opción en estos sitios, como Chaplin, aunque nos han dicho que les encantan las pelis de Bruce Lee y similares. ¡Qué gracia me hace!
La isla de Aneitym, en Vanuatu
Hay otros sitios más conocidos como su capital Port Vila, la isla de Tanna por su volcán activo o la isla de Espíritu Santo o la de Pentecostés por sus saltos al vacío. Estos y muchos más se quedan pendientes para futuras visitas a Vanuatu.
La isla de Aneityum está llena de palmeras, bosques de helechos y pinos, montañas, ríos y pequeñas aldeítas donde no hay más que una escuela, unas barcas de pescadores y unas cuantas casas de cuento, construidas con troncos y tejados de hoja de palma o paja.
Un día fuimos a hacer la compra directamente a los agricultores. Eso me encanta de estas islas del Pacífico: echar la tarde paseando por el campo y ver los árboles de papaya, los bananos, el fruto pan, pomelos, plantas de vainilla, piñas…, todo tan exótico.
Los vanuatenses son gente encantadora, son guapísimos, ellos y ellas, y muy amables, siempre tienen una sonrisa en sus caras. Son melanesios, de raza negra, y hay muchos rubios, ¡qué curioso!
En Vanuatu, con el machete a cuestas
Tanto niños como adultos, en los poblados suelen ir descalzos con un machete y van cortando todo, que si una rama para que pases, que si un coco de la palmera para que bebas… Nos han contado que en la escuela los niños se llevan sus machetes porque en la asignatura de «agricultura» les enseñan a utilizarlo para trabajar la tierra.
A los niños hay que verlos tan pequeños con sus machetes. ¡Qué estampa! Un día íbamos de excursión por el monte con un grupo de chicos y me dijo uno: «before we kill people, now no. When the church come, change». O sea, que antes eran canibales y mataban al que venía y luego cuando llegó la iglesia cambió todo y ahora reciben al de fuera de otra manera… ¡Y tanto! Pero a mí me hacía mucha gracia, el chico gesticulando con su machete diciéndome que before kill…
En esta isla en concreto nos contaron que viven del kava que producen (una raíz utilizada para hacer una bebida con efectos sedantes) y del turismo. Y es que, cada cierto tiempo, llegan los grandes barcos de cruceros cargados de turistas australianos a Mistery island, una pequeñita isla junto a Aneityum en la que muestran al visitante sus bailes tradicionales, le dan a probar el kava y venden sus artesanías.
Hablando de bailes tradicionales, el primer día que pisé tierra, conocí a un señor mayor que cuando le dije que era española me contó que había estado en España en el año 1992, en la Expo de Sevilla, bailando danzas del Pacífico. ¡Qué maravilla!
Aparte del kava y del turismo, que es de donde sacan principalmente sus vatus, muchas de las familias de aquí se autoabastecen. Tienen sus terrenitos en los que cultivan taro, patata dulce, mandioca, tomates, zanahorias, berenjenas, lechugas, cítricos, vainilla, etc. y pescan en el arrecife o «rif» como ellos le dicen en bislama (en inglés reef).
Un día fuimos a pescar con un habitante de la isla y cogió unas caracolas que luego comimos a la plancha. Lo que más me gustó fue la tapa que encontramos en cada concha, se llaman opérculos pero yo les digo ombligos de mar. No sé por qué. Me encanta cogerlos paseando por la playa, pero los de estas caracolas ¡eran enormes!
Definitivamente Vanuatu es un país para venir y quedarse un tiempo, aprendiendo de ellos y de la relación tan bonita que tienen con la naturaleza.
Uno de nosotros comentó un día aquel proverbio que dice: «Ustedes tienen reloj, nosotros tenemos tiempo». Pues aquí en Vanuatu pasa algo parecido.
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